jueves, 20 de julio de 2017

EL PATIO DE MI ABUELA...


Esta es una historia de mi niñez, que con tanto cariño guardo en un rincón especial de mi memoria y en la que creo que muchos de vosotros os identificareis al leerla, es cierto que hoy no es ningún documento especial, simplemente es una instantánea de mi padre con una de sus aficiones favoritas, y que sin querer, con el paso del tiempo yo también practico, la lectura y rodeado de tiestos enclavados en esa pared blanca que bien podría recordarnos un patio malagueño o uno de los famosos patios cordobeses.


Mi padre con una de sus aficiones preferidas, y al fondo la cocina que llamaban de verano.

Mi abuela Teo residía en el barrio de las Casas Nuevas en la plaza del Alto de los Leones, desde el año de su inauguración en 1956, con carácter de casas sociales estaban destinadas a familias obreras, la distribución de las mismas era muy similar a las anteriormente inauguradas y que popularmente conocemos como Casas del Paseo, viviendas de doble altura con pocos metros cuadrados y en su parte de atrás un pequeño patio, que hacia la delicia de los residentes.
Mi abuela en un principio llego a tener hasta un trozo de huerta y posteriormente hasta conejeras las cuales eran el sustento de mas de una comida de domingo y canarios y jilgueros que hacían mas confortable la estancia, con ese hilo musical desde bien pronto por la mañana y que hacia que mi abuela estuviera orgullosa de sus pequeños, pero para pájaro yo, que enredaba por todo el corral, como coloquialmente decíamos con las travesuras típicas de un niño pequeño y que después de estar toda la semana en un piso, aquel patio era como mi castillo donde mi madre y mi abuela terminaban sus dominios y imperaba el poder de un pequeño renacuajo, incluso recuerdo algún que otro día haber visto a mi madre utilizar el patio a modo de solárium, ademas otra de las aficiones de mi padre era la de ir a pescar a la Dársena y siendo este acompañado por mi, en cuanto pescaba alguna carpa rápidamente subía hasta casa de mi abuela para depositarlas en un barreño de cinc, el cual me hacia las veces de acuario, aquellos peces nos acompañaban hasta pasado el invierno, cuantas cosas nos prestaba aquel trocito de vivienda...

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